Tras el parón de vacaciones y confinamientos vienen los replanteamientos. Las prioridades cambian, necesitamos tener un propósito, ante la incertidumbre debemos agarrarnos a lo esencial, hay que hacer las cosas con sentido. ¿Me gusta lo que estoy haciendo? ¿Qué deseo a partir de ahora? ¿En qué medida voy a contribuir a hacer un mundo mejor?
A la hora de desarrollar una actividad, el dinero no lo es todo, el impacto del trabajo es importante puesto que nos ayuda a realizarnos humana y creativamente. Este propósito trascendente es lo que los japoneses llaman IKIGAI: aquello que nos resulta fácil de hacer y procura tal placer que el tiempo y el espacio se diluyen.
A base prueba y error, cambiando de rumbo podemos acabar encontrando ese motor vital que debemos de buscar en nuestros sueños infantiles, más allá de las obligaciones y las normas.
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